Autora: Elizabeth Gaskell
Número de páginas: 210
Género: Costumbrista
Argumento:
A través de las solteras de este pueblo llamado Cranford,
asistimos a los pequeños y grandes acontecimientos de los habitantes del
pueblo. Gracias a estos acontecimientos, nos pueden enseñar el paisaje, la
comunidad, la ambientación, cultura, costumbres, normas sociales… Es todo un
retrato lleno de amor, humor, afecto, que con el telón de fondo de la
revolución industrial nos muestra también los cambios que desean involucrarse
en la sociedad.
Elizabeth Gaskell
se remonta a los años de su infancia, en el pueblo de Knutsford y a los personajes que
se convertirán en las protagonistas de esta deliciosa novelita de tan cortas
páginas. Novela que parece estar siempre a la sombra de la gran obra Norte y Sur, pero que no tiene ningún
desperdicio. Yo ve la miniserie de la
BBC y estuve tan
perdidamente enamorada de estas mujeres y sus formas de pensar y comportarse
que, no ha podido ser hasta este momento en el que he podido leerme el libro.
Como siempre, felicidades a la cadena que ha sabido hacer una bonita
adaptación.
Nos encontramos en Cranford,
en los primeros años del reinado de la Reina Victoria
(Qué grandísima reina) y cuando la revolución industrial estaba intentando
hacerse un lugar. Resulta que en este pacífico pueblo de Cranford, la buena
sociedad está formada casi exclusivamente por mujeres, solteras además, con
mucho tiempo libro para especular, chismorrerar, idear, planear, cuchichear,
hablar por los codos, aconsejar… pero también para preocuparse las unas por las
otras con el mayor afecto posible.
La narradora es Mary Smith y será a través de
sus ojos que vamos a enterarnos de todas las cosas que pasan en Cranford.
Multitud de historias de los habitantes del pueblo que a vista general, forman
una sola historia Historias muchas veces disparatadas o extravagantes. Pero
para nosotros, los lectores, nuestras protagonistas serán las hermanas Jenkyns,
Matilda (Matty) y Deborah, pero en especial y sobretodo, Matty.
La querida Matty, tan dulce, encantadora, siempre intentando hacer las cosas
del modo más correcto. Sensible y tierna con todos. Pero dentro del viaje
conoceremos a la Señora Pole
, la Señora Jamieson ,
la Señora Forrester
y otras con las que nos reiremos, nos hará enternecer e incluso alguna
lagrimita se nos podría escapar. A veces el aburrimiento (o las ganas de hacer
algo) pueden ser tan apremiantes que alguien quiera coserle un jersey a su
vaca… para que no pase frío… por ejemplo…
La ingenuidad de estas protagonistas te hará reír, con sus
historias presentadas bajo una capa de fina ironía (tan típico en las novelas
británicas) Elizabeth rememora su infancia con cariño, pero también con una
visión crítica de la vida pueblerina en la que se crió y educó durante años.
Los hombres de los pueblos, cuando tenían ya una edad, se
marchaban a las grandes ciudades a trabajar, se enrolaban en la marina o lo que
fuera necesario para no quedarse en el pueblo, pues eso solo lo hacían los de
una casta inferior, hasta el médico estaba mal visto verse con él y solo el
vicario estaba exento. De ahí que la campiña inglesa de esta novela esté
compuesta básicamente de mujeres.
Todas con un nivel de vida medio, lo suficiente para sobrevivir y ahorrar un
poco, pero no lo suficiente como para ir de forma lujosa, así pues, todas
intentan disimular esa falta de un modo u otro entre ellas, para justificarse
del por qué no llevan vestidos de seda. Porque en un pueblo, las apariencias
son fundamentales,
Elizabeth Gaskell emplea un uso del lenguaje sencillo que,
para el año en que se publicó, no se hace nada pesada. Entiéndase en el
contexto histórico, no vamos a ver aquí reflejada, por muy sencilla que sea,
una narrativa del tipo actual. Es amena, cada capítulo una historia, atrapa al
lector. Es uno de esos clásicos que a día de hoy no lo podrías mirar y pensar:
“Seguro que esto lo entendía la gente de antaño, pero yo hoy no lo entiendo y
me aburre”. No, eso no te pasará con Cranford.
Charles Dickens fue el
impulsor de esta novela. Incitó a su amiga Gaskell a que se animara a escribir
sobre el pueblo de su infancia y por eso ella le otorgó unas líneas en su libro
para nombrarlo. Así pues, se desarrolló en
entregas periódicas del Household
Words (muy típico de la época) que comenzaron en 1851 y acabaron en 1853,
que fue cuando finalmente se editó en un solo libro, por cierto, revista que
era dirigida por Dickens y bueno, quién mejor que Dickens para recomendarte
este pedazo de obra. ¡Manos a la obra, chicos!
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